Rilke, Encuentro 1: De la soledad

Somos solitarios. Tenemos que aceptar nuestra existencia tan ampliamente como sea posible. Todo, aun lo inaudito, debe ser posible en ella. Pues sólo quien está apercibido para todo, quien nada excluye, ni aun lo más enigmático, sentirá las relaciones con otro ser como algo vivo.
-Rainer Maria Rilke

Una búsqueda rápida por el diccionario o la web arroja que la soledad consiste en un estado de aislamiento donde la persona se encuentra en falta o ausencia de personas, o tiene el sentimiento de no estar acompañado. Sin embargo, más allá del aislamiento de otros individuos, la soledad es algo inherente a nuestra condición humana. La «soledad» es como lo explicaría Yalom, un atributo existencial.

Cada individuo se encuentra inexorablemente solo, pues en principio, la soledad no es algo que se adquiere desde afuera y tampoco es algo de lo que nos podamos despojar, sino algo que se encuentra impregnado en el mismo ser.

Si realizamos un breve sondeo, encontramos que de forma general y casi automática las personas suelen asociar la soledad a sentimientos catalogados como negativos y estados emocionales disfuncionales que se buscan evitar a toda costa. En Rilke hallamos un punto de vista diferente. Para él, querer evitar la soledad dificulta en gran medida nuestra evolución personal. 

Somos dichosos en compañía porque nos dejamos retener por las caricias, por el cariño que permanece, y por los abrazos que vienen acompañados de la promesa de eternidad¹. Pero, callar nuestros instintos, callar nuestras pasiones, reprimir nuestros deseos, ajustar nuestro comportamiento a la norma, ocultar nuestras motivaciones y conducirnos a través de las experiencias de otros a fin de evitar sentirnos solos, son modos de actuar en los que despreciamos el alcance positivo de la soledad en nuestras vidas. Es como si miráramos hacia el exterior esperando encontrar respuestas a preguntas que solo podemos responder desde nuestro mas intimo sentimiento, y en nuestros momentos de mayor silencio². 

Hemos de ser conscientes de que durante el devenir de nuestra existencia, surgirán interrogantes que pausen la cotidianidad de nuestro cuerpo. Estas preguntas son tan inquietantes como escalofriantes. De forma imperativa nos harán sentir casi como una necesidad el arrojarnos a los brazos de un amante que nos ayude a dar con la respuesta que requerimos, más...

«[…] no hay nadie que pueda responder aquellas preguntas y sentimientos que poseen vida propia en la profundidad, pues incluso los mejores equivocan las palabras cuando estas deben tener el significado más sutil, casi imposibles de decir³.» 

Rilke aquí podría sugerir que, al menos en lo que se refiere a aquellas cuestiones que resultan más vitales para nosotros, éstas exigen al menos el intento de ser respondidas por uno mismo.

Ahora bien, las interrogantes existenciales exigen respuestas, es cierto, pero se requiere más que hacer uso del pensamiento para dejarnos satisfechos. El interpelado necesita actuar, pues lo realmente importante no se haya en la solución de la pregunta, sino en vivir la interrogante. 

«No busquéis respuestas que no se os pueden dar porque de ser así no podríais vivirlas. Se trata de vivirlo todo […]⁴».

¡Vivirlo todo! incluso el dolor, la tristeza, el miedo, la náusea, la incertidumbre, y la angustia por el asentamiento y la toma de conciencia del desierto que yace en nosotros e impide que los otros nos ayuden o siquiera puedan comprendernos. 

Con todo, para nuestro poeta estar solo no se limita a los sentimientos dolorosos, también implica que se comienza a tener espacio alrededor y el espacio es importante, es parte de la evolución, por ello recomienda:

«[…] alegraos de vuestro crecimiento en el que nadie podrá acompañaros, y sed bueno con aquellos que se quedan rezagados […] no los torturéis con vuestras dudas y no los asustéis con vuestra confianza o alegría, ya que no pueden entenderla […] amad en ellos la vida en una forma ajena […] No exijáis consejo ni contéis con la comprensión de nadie. Pero creed en un amor guardado a buen recaudo para vos como una herencia y confiad en que ese amor es un poder y una bendición que no tendréis que abandonar para llegar muy lejos⁵.»

La soledad es dolorosa, si, y por ello difícil. Rilke estaría de acuerdo con Van Gogh y me permito fantasear pensando que lo parafrasearía diciendo: no sentirse solo es un camino pavimentado: es cómodo para caminar, pero no crecen flores en él.

¡Sé el artista creador de vuestra existencia! parece ser la máxima al leer a Rilke. Instrucciones para llevarla a cabo no existen. Sólo la sugerencia de suministrarnos algo que ya se encuentra en nosotros mismos: soledad, mucha soledad… y seguir mirando como un niño, desde las profundidades de nuestro propio mundo. 

«Basta de llamadas, no más llamadas, que la naturaleza de tu grito sea voz emancipada⁶ […]».

Esto último recuerda concebir la soledad como aquella situación del sabio, cuya principal cualidad es ser autárquico. El creador debe ser un mundo en sí mismo, y tiene que poder encontrar todo en él y en la naturaleza a la que se ha unido⁷. Debemos dejar de esperar la confirmación del otro, si nadie morirá con nosotros o por nosotros ¿Por qué vivir siguiendo el camino de otros?

«Miráis hacia afuera y eso es lo último que debéis hacer ahora, nadie puede aconsejaros o ayudaros, nadie. Solo hay un medio. Adentraos en vos mismo.»

-Rainer Maria Rilke

Referencias

Rilke, M. (1923/2016). Elegías de Duino. Madrid: Akal.

Rilke, M. (1929/2016). Cartas a un joven poeta. p.14. Madrid: Akal.

Ídem; p. 23-24.

Ídem; p. 24.

Ídem; p. 27.

Rilke (1923/2016), op cit., p. 74.

Rilke (1929/2016). op cit., p. 13.

Imagen de: Henri Prestes, de la serie: The Velvet Kingdom.


*Entrada revisada y editada. Originalmente escrita y publicada el 4 de junio del 2019 en: https://encuentroexistencialps.wordpress.com/2019/06/04/de-la-soledad-una-mirada-desde-rilke/

Comentarios

  1. Muy interesante, sobre todo las partes en las que hablas sobre cómo evitamos la soledad por miedo a estar solos y ocultamos nuestro verdadero yo. Quizás también nos tenemos miedo a nosotros mismos. No queremos aceptarnos como somos y sin embargo, es en la soledad donde nos encontramos con nosotros mismos.

    Iván.

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  2. No tengo mucho que agregar por ahora, pero si mucho que reflexionar, gracias.
    Diego.

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